
Finalizando una extensa jornada, los testimonios profundizaron las denuncias sobre la apropiación ilegal sistemática de bebés en la Argentina y en Córdoba durante la última dictadura cívico-militar. También, volvió a salir a la luz el tema de los delitos sexuales perpetrados por los militares hacia las víctimas durante sus detenciones ilegales.
“Nos podrían dar un buen dinero por ser una bebé blanca”
El 7 de abril de 1976, más de 30 militares irrumpieron en la casa de Luis Rodolfo Ojeda Sierra y Edelweis Giorda, ubicada en el Barrio San Martín de la capital cordobesa. Fueron secuestrados y llevados al centro clandestino de detención La Perla. Ambos tenían una pequeña hija de sólo tres meses que quedó a la deriva con su abuela materna. Marina Ojeda Giorda, 44 años después, declaró frente al tribunal en la octava audiencia del juicio Diedrichs-Herrera.

En su testimonio Marina Ojeda Giorda explicó que los relatos que logró recopilar de ese día fueron gracias a las voces de familiares, vecinos y amigos. Lo que sí sabe, gracias a que a sus diez años logró reencontrarse con su familia paterna, es que tanto Luis como Edelweis militaban en el Partido Revolucionario de los Trabajadores y Luis, además, en el Ejército Revolucionario del Pueblo.
Su padre Luis Ojeda Sierra trabajó en Corcemar, durante diez años, lugar donde llevó a cabo su una activa participación gremial. A finales de 1975 se retiró y comenzó a trabajar en la Cervecería Río Segundo. Al momento de su secuestro tenía 29 años, continúa desaparecido.
“Según me contó mi abuela, que estaba quedándose en casa para ayudar a mi mamá por mi nacimiento, cuando entraron cortaron el teléfono, la luz, rompieron algunos de mis peluches buscando algo, y estuvieron un tiempo ahí preguntándoles cosas”, comenzó a relatar agregando que nadie le supo contar qué era lo que estaban buscando.
Corrían las dos de la madrugada cuando un grupo de entre 25 y 30 personas descendieron de sus autos e irrumpieron por la puerta del domicilio de los Ojeda. “Yo me quedé con mi abuela, y nos encerraron en un baño que quedaba al fondo de la casa. Era tan oscuro que desde chica le tengo fobia y mucho miedo a la oscuridad, incluso, he hablado con psicólogos que me dicen que posiblemente ese miedo venga de ahí”, expresa Ojeda Giorda.
Antes de irse, uno de ellos se acerca y le pregunta a su abuela qué vínculo tenía con Marina. “Ella le dijo que era mi abuela, que estaba ahí para cuidarme y que no se preocupe”, sin embargo y sin quedarse conforme, el militar le ofreció ubicar a la niña en una buena familia, ya que “le podrían dar una buena suma de dinero por ser una bebé blanca”.
Cabe recordar que, según los datos aportados por Abuelas de Plaza de Mayo, durante la última dictadura cívico-militar se robaron, vendieron o desaparecieron más de 400 niños y niñas en todo el país. Desde que comenzaron su labor, la agrupación Abuelas recuperó 130 nietos y nietas, pero aún resta que más de 300 jóvenes se acerquen a su historia y a su identidad. El testimonio de Marina confirma la perpetuación del atroz delito de apropiación de bebés y su posterior comercialización.
Toda la familia Ojeda en la mira
Otro de los datos aportados en el testimonio de Ojeda Giorda fue el destino de su padre y la persecución a toda su familia. Además, destacó que su madre fue liberada.
Detalló que sus padres fueron llevados, en dos autos separados, de su domicilio encapuchados y vendados hacia el centro clandestino de detención La Perla, donde los interrogaron juntos y luego separados. Su madre, Edelweis Giorda, fue liberada un día después.
Recuerda que su madre comentó lo que había pasado y dijo que cuando estaban declarando juntos, le dijeron a él que se preparara “que ya estaba lista la parrilla”. A partir de ahí, nunca más se vieron.
Edelweis Giorda fue liberada cerca del Bv. Los Andes, a dos cuadras de su casa. “Fue torturada hasta desmayarla”, cuenta su hija Marina, quien se enteró gracias a su tía. “Quizás eso no se lo quiso contar a mi abuela, por eso se lo contó a su hermana”, reflexiona. Dos días después de su liberación, la pasaron a buscar por el Batallón de Comunicaciones y “le dijeron que se olvidara de todo, que si podía volviera a su pueblo y que hiciera de cuenta que no había pasado nada”.
Por desgracia, Edelweis falleció de cáncer cuando Marina tenía apenas cuatro años, por lo que tampoco pudo contarle a su hija lo que vivió en carne propia durante esos oscuros tiempos.
Finalizando su testimonio, admite que tampoco encontró nadie que haya estado en el mismo momento detenido con sus padres.
“Cuando tenía diez años mi abuelo me encontró y me contó que mi padre era un desaparecido. Eso no lo sabía, mi abuela materna nunca me lo había contado”.
Marina Giorda Ojeda
“Cuando tenía diez años mi abuelo me encontró y me contó que mi padre era un desaparecido. Eso no lo sabía, mi abuela materna nunca me lo había contado”. También se enteró que por parte de Luis eran muchos sus familiares desaparecidos, perseguidos o exiliados por “estar comprometidos con algún tipo de causa”.
La familia Ojeda Sierra tenía sus orígenes en Concepción, provincia de Tucumán. Luis Rodolfo Ojeda Sierra era el cuarto de siete hermanos, todos tenían una activa participación política. En su ciudad natal se realizaron distintas intervenciones y homenajes para recordarlo a él y a sus dos hermanos también desaparecidos en dictadura. Es por ello que en la ciudad de Concepción hay una calle que lleva el nombre “Hermanos Ojeda”.
“Me hubiese encantado encontrar a alguien que haya estado en el mismo momento, y que me haya contado algo de lo que vio, si lo conoció o si su ejecución fue rápida”, expresó Ojeda Giorda con una visible angustia. Por fortuna, en todos estos años, si encontró relatos que le permitieron reconstruir lo que sucedió con sus padres y testimoniar para que “después de tantos años se haga justicia y esto no vuelva a pasar”, sostuvo al finalizar su declaración.
Disfraces, payasos y el Tercer Cuerpo del Ejército
El último testimonio de la jornada fue el de Cristina Alicia Robles, quien detalló que estudiaba psicología en la Universidad Nacional de Córdoba junto con su amiga Estela Schussler.

En su relato, cuenta cómo secuestraron a su compañera Estela y su novio Omar Alejandro Olachea en la medianoche del 20 de mayo de 1976. Ambos fueron llevados al centro clandestino de detención La Perla, desde donde ella fue liberada más tarde y Omar aún continúa desaparecido.
Explica que la pareja se había quedado esa noche a dormir en el departamento que alquilaba Cristina en el centro de Córdoba capital. “A Omar también lo conocía porque era amigo de mis hermanos”, y también militante, como María del Carmen Robles -su hermana-, en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).
“Un poco antes de la medianoche sentimos en la puerta de entrada unos ruidos brutales. Estaban rompiendo la puerta. Me levanté de la cama y fui a la habitación contigua, donde estaban Omar y Estela”, relata Cristina y agrega que le preguntó a Omar si tenía algo que lo relacionara con la militancia. “Me dijo que sí, lo rompió y lo tiró al inodoro”.
Relató que en ese momento se hicieron los dormidos, pero que a los pocos minutos, alrededor de ocho militares ingresaron al domicilio e irrumpieron en la habitación de Cristina. “Estaban todos disfrazados, fue horrendo verlos con pelucas y pintados”, describe sobre su apariencia y rescata a uno que parecía un oficial del Tercer Cuerpo de Ejército, quien comenzó a interrogarla.
“La primera pregunta fue ‘¿usted qué es de María del Carmen Robles?’ Cuando le dije que era mi hermana me dicen que me cubra la cara con una manta, me ponen un arma en la frente y otra en el contorno del cuerpo que se mantuvo durante todo el interrogatorio”. Inmediatamente le preguntaron dónde estaba su hermana. Cristina pensando que estaba en una reunión del PRT en Buenos Aires, inventó rápidamente algo. “Años después me enteré que estaba en Tucumán”, confiesa Robles.
En su testimonio Cristina Robles denunció que su hermana, María del Carmen, «fue secuestrada al año siguiente, en el 77 y estuvo en el centro clandestino La Perla».
Después le empezaron a preguntar sobre la habitación contigua y explicó que estaban durmiendo Estela y su novio Omar, y contestó todo lo que sabía de cada uno. Mientras tanto, “los payasos le decían al oficial que me cargue, que mire los libros que leía, para asustarme. Yo, por un lado, me preparaba para la tortura porque tenía 23 años y era hermana de la buscada, y por el otro, sopesaba hasta los adjetivos que usaba”.
Cristina comenta que en ese momento el interrogatorio se pausó cuando, desde la habitación de al lado, se comenzó a escuchar un ruido de arrastre. Se estaban llevando a Omar y Estela. Antes de irse, “me dijeron que no me mueva por 20 minutos o me iban a matar”.
“Salen y usé el oído para escuchar el ruido de encendido de los autos desde afuera, para saber si se iban y cuántos eran”, relata que, más allá de la terrorífica situación a la que se había enfrentado minutos antes, logró tener la perspicacia e inteligencia para confirmar que eran, al menos, tres autos.
El organigrama del PRT en La Perla
Según el relato de la testigo, Estela Schussler fue soltada a los dos días y, tras encontrarse con ella, le confirmó que había sido llevada por el Tercer Cuerpo de Ejército a La Perla, junto con Omar Olachea. “Me contó que escuchó sus gritos mientras lo torturaban y que vio en frente un gran pizarrón con un organigrama del PRT, nombres, relaciones, etc.”. Esto aporta elementos claves ante las denuncias de persecución política y exterminio hacia las organizaciones sociales de la época.

Además Cristina Robles denunció la perpetración de delitos sexuales durante las detenciones. En su testimonio relató que su compañera, Estela Schussle, le contó que fue violada antes de ser liberada. Esto confirma y deja nuevamente al descubierto las vejaciones y la tortura perpetrada en aquella época.
En la audiencia anterior Facundo Trotta (Auxiliar Fiscal de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad) intervino para explicar la importancia de estas declaraciones. Además, de establecer que se encuentra en instrucción una causa que está investigando los abusos sexuales ocurridos en la D2.
Después del secuestro y la desaparición de Olachea, Robles abandonó Córdoba y se escondió por un tiempo en Trenque Lauquen, porque sabía que ella también era perseguida. Al año siguiente, en el 77’ cuando desaparecieron a su hermana, denunció ante un grupo de mujeres, que luego crearían Madres de Plaza de Mayo, el secuestro y la desaparición de su hermana y de Omar Olachea. Muchos años después pidió que se incluyera su nombre en el Parque de la Memoria.
A fin de corroborar el testimonio de Cristina Robles, el Fiscal General de la causa Maximiliano Hairabedián. Se retrotrajo a un juicio del año 1984, donde la mujer declaró en el Juzgado Federal de Santa Rosa por la desaparición de su amigo Omar, que era oriundo de La Pampa. En esa ocasión también participó como testigo ocular del secuestro de sus compañeros y confirmó que habían sido llevados al centro clandestino La Perla.
Por último, el tribunal presidido por la Jueza Carolina Prado solicitó un cuarto intermedio hasta la próxima audiencia. La convocatoria está pautada para el próximo 4 de noviembre a las 10 horas.