Los jueces del Tribunal Oral Federal N° 2, acompañados por los fiscales, defensas, querellantes y dos testigos, encabezaron una inspección ocular a la casa-quinta de barrio Guiñazú en la que se cometieron los crímenes que se juzgan en el juicio Barreiro. Más allá del tiempo transcurrido y algunos cambios en la casa, la visita permitió corroborar aspectos importantes del testimonio del sobreviviente José Jaime García Vieyra y del testigo Silvio Viotti, quienes participaron por separado de la recorrida.

La inspección ocular, a la que no se permitió el ingreso a la prensa.

El lugar está ubicado sobre la calle Nazareno Bordi, un kilómetro y medio hacia el este desde la avenida Juan B. Justo al 8600. Apropiado por el Ejército a las familias Viotti y Mogilner-Gavaldá –quienes también fueron blanco del terrorismo de Estado– en diciembre de 1977, comenzó a usarse como centro clandestino de detención, tortura y exterminio en tiempos en que el campo de La Perla dejó de cumplir esa función.

En agosto de 1979, fue escenario de los secuestros, interrogatorios y tormentos de que fueron víctimas Rubén Palazzesi y García Vieyra, apresados el 12 de ese mes, y Nilveo Teobaldo Cavigliasso, el 22. Allí fue asesinado Palazzesi durante una sesión de torturas, crimen que el Ejército pretendió encubrir con la falsa versión de que intentó fugarse cuando era trasladado a Buenos Aires. Por estos crímenes están acusados los ex oficiales del Ejército Ernesto Guillermo Barreiro y Carlos Enrique Villanueva y el ex suboficial Carlos Alberto Díaz, ex integrantes del Destacamento de Inteligencia 141, con condenas por otros crímenes de lesa humanidad y en prisión domiciliaria.

“Ahora la investigación va en serio”

Para García Vieyra, significó retornar al lugar donde estuvo confinado en condiciones extremas, colgado durante el día del techo con unos ganchos y sometido a golpizas, a la noche encerrado en un sótano frío y poblado de ratas, obligado a escuchar los gritos de su compañero torturado y bajo la amenaza de “vos sos el próximo”.

El sobreviviente José García Vieyra pudo reconocer el sótano donde estuvo confinado más de diez días desde el 12 de agosto de 1976.

Cuando atestiguó en el juicio, contó que al enterarse de dónde estuvo no quiso volver, porque “no quería tener recuerdos” de lo que allí padeció. Sin embargo, aceptó la propuesta para participar de la recorrida por la quinta con los jueces y las partes. “Quería olvidar esta situación, porque fue muy ingrata”, dijo García Vieyra a Será Justicia antes de ingresar a la recorrida.

-¿Qué lo motivó ahora a aceptar la propuesta?

-Porque me citaron y estoy seguro de que ahora va en serio esta investigación, porque estamos en democracia y este tribunal tiene intenciones de llegar a la verdad, a pesar de los 40 y pico de años que han pasado.

-Usted contó que además de los represores del Ejército vinieron hasta este lugar personas de otra fuerza.

-Sí, creo. Porque uno de ellos me dijo: “No tenemos ningún archivo tuyo, pero hemos logrado un archivo de cuando hiciste la colimba”. Y es cierto, en el servicio militar en Puerto Belgrano yo me rebelé y me mandaron a Ushuaia. Estos tipos venían con ese informe, por eso pienso que eran de la Marina.

-Coincide con lo que dicen otros testigos: que eran de la Esma y venían por Palazzesi.

-Yo pienso que sí, pero no tengo evidencia. Lo seguro es que la patota de acá pertenecía al Ejército, porque se manejaban con mucha libertad, amplitud y recursos. Y porque después me pasaron al área 311, que dependía del Ejército.

-¿Por qué cree que no cumplieron la amenaza de matarlo?

-Creo que porque lo mataron a Palazzesi.

“Debe ser un sitio de memoria”

A pesar de los años transcurridos y que durante su cautiverio estuvo encapuchado, en el interior de la casa García Vieyra pudo reconocer el ingreso y el sótano donde estuvo confinado durante más de diez noches. En ese lugar, dijo haber visto inscripciones de otros detenidos. En el parque recordó que cuando lo sacaban percibía el olor de árboles frutales, que según el testimonio de Viotti eran parte de la plantación de su familia antes de que la quinta fuera apropiada.

El testigo Silvio Viotti ofició de guía en la inspección del Tribunal a la casaquinta que el Ejército arrebató a su familia en diciembre de 1977.

“Hay algunas modificaciones, pero la estructura es la misma y además lograron ver los ganchos de los que colgaban a los detenidos en el sótano”, señaló Viotti al salir. Para él, la inspección en el contexto del juicio “permite demostrar claramente que en Córdoba siguió habiendo campos de concentración después de La Perla, y este fue uno. Además de las víctimas de esta causa, creo que por lo menos también estuvo prisionera aquí la gente de la Contraofensiva Montonera”.

-¿Qué posibilidades hay para su familia de recuperar esta propiedad que les fue arrebatada?

-Mi objetivo es que se reconozca esto como centro clandestino. Luego, que se instale un sitio de memoria. Y eventualmente, recuperar la propiedad, porque fue transferida por una persona que estaba bajo extorsión (su padre, prisionero de los represores). Por lo que entiendo –hay que ver qué arroja la investigación– el comprador también fue víctima de extorsión, obligado por los militares a poner plata para comprarla.

La escena del crimen

Los periodistas no fuimos autorizados por el Tribunal a ingresar a la quinta “por pedido expreso del dueño de la misma”, según se informó desde prensa de Tribunales federales. Por lo que debimos cubrir el procedimiento desde el portón de ingreso, custodiado por la Policía Federal y la Gendarmería.

Al finalizar, Ramiro Fresneda, uno de los abogados de la querella de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, relató a Será Justicia: “El recorrido por separado de García Vieyra y Viotti a la quinta no dejó ninguna duda de que ahí fue la casa donde estuvo secuestrado Rubén Amadeo Palazzesi. Allí lo torturaron hasta matarlo, luego de interminables sesiones de tortura que eran escuchadas por García Vieyra desde un sótano de una dimensión de tres y medio por cuatro metros”.

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