Audiencia 14: Con la declaración de tres testigos, finalizó la etapa testimonial

Durante la 14º audiencia del juicio Diedrichs-Herrera, el Tribunal Oral Federal Nº1 puso fin a la etapa testimonial y comenzó con la ampliación indagatoria de los imputados. Los últimos tres testigos en declarar fueron Leonor Luque, Oscar Guzmán y Eddy Salles.

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Los tres últimos testigos en el juicio Diedrichs-Herrera lo hicieron por videoconferencia.

En el proceso que juzga a 18 ex militares y policías por secuestros, torturas y homicidios durante el terrorismo de Estado en la Argentina, finalizó la etapa testimonial en una jornada llena de recuerdos. Después de 44 años, más de 40 testigos relataron lo sucedido en aquella oscura época de manera presencial y por videoconferencia. 

La primera testigo del día fue Leonor Luque, quien relató lo sucedido durante dos operativos llevados a cabo en Unquillo y Villa Allende. Allí fueron secuestrados, primero Gustavo Adolfo Correa –marido de Leonor y cuya causa ya fue juzgada en el juicio La Perla-La Ribera–, y a las pocas horas Viviana Real y Bruno Castagna, pareja amiga de la testigo. Aún continúan desaparecidos.

Dos procedimientos y un mismo destino

Gustavo Correa.

«El 24 de mayo a las 00 fue secuestrado mi esposo Gustavo Correa, y al día siguiente nos enteramos que Bruno y Viviana habían sido secuestrados dos horas después», comenzó contando Leonor Luque ante el tribunal por videoconferencia. 

A Bruno y Viviana los secuestraron en un hospedaje en la localidad cordobesa de Unquillo. El mismo, pertenecía a una cuñada de la tía de Gustavo Correa. A Gustavo se lo llevaron ese mismo día de su casa en Villa Allende y ambos operativos fueron similares. «Muchos autos, golpes violentos en las puertas, irrupción a los gritos», describió Leonor.

Según la información que pudo recabar la testigo gracias al cuaderno de Ana Iliovich y de testimonios durante la Megacausa La Perla, a Gustavo lo llevaron al ex centro clandestino de detención La Perla. «Inferimos que a Viviana y a Bruno también los llevaron allí porque los secuestraron la misma noche con el mismo procedimiento», agregó. 

Pero no fueron los tres únicos secuestros que hubo en esos días. Consultada por el fiscal Hairabedian, Leonor confirmó que su marido Gustavo trabajaba en el frigorífico Mediterráneo. «Hubo otros secuestros esa noche hasta la madrugada, varios en relación al frigorífico». Si bien Bruno y Viviana no trabajaban en el frigorífico «cayeron en la misma razia y de la misma forma», relató Leonor. 

Un niñx que aún no conoce su verdadera identidad

Bruno Castagna.

Cuando el fiscal le preguntó a Leonor qué relación tenía ella y su marido con Viviana y Bruno, respondió que habían sido compañeras de escuela en 1965. Pero hasta casi diez años después no se habían vuelto a ver. «Mi marido era militante del PRT y me preguntó si podíamos alojar a dos militantes que estaban clandestinos», contó sobre su reencuentro en 1976.

«Viviana había cambiado físicamente porque tenía signos relacionados con la maternidad, su cara, los senos grandes, el vientre como de cuatro o cinco meses de embarazo, pero no tenía un bebé con ella», describió.

Viviana Real.

Según la Comisión Provincial de la Memoria de Córdoba, Viviana y Bruno tenían un pequeño hijo que quedó al cuidado de José -el dueño del hospedaje en Unquillo-, hasta que pudo encontrarse con sus abuelos. Además, al momento del secuestro, Viviana cursaba un embarazo de un mes y medio. Su hija, hijo, hije que debió nacer en enero de 1977 aún no conoce su verdadera identidad.

Leonor y Gustavo también tenían dos hijos que al momento de su violento secuestro se encontraban durmiendo en una de las habitaciones de su casa en Villa Allende. Son otros dos de los tantos pequeños y pequeñas que hoy continúan con un padre desaparecido.

«Me tienen en un camión afuera»

El segundo testigo en declarar el fin de la etapa testimonial fue Oscar Guzmán, detenido el 24 de marzo de 1976 de su casa en Media Naranja, en cercanías a Cruz del Eje. Su relato aportó información sobre el secuestro y la desaparición de Adrián José Ferreyra, una de las víctimas de la causa Diedrichs-Herrera.

‘Ernesto’ Ferreyra, como le decían sus compañeros, fue secuestrado el 29 de marzo de 1976 junto a su esposa, María del Carmen Pietri, en un camino rural cerca de Cruz del Eje. Ella fue liberada a las pocas horas y efectuó su declaración como testigo durante la novena audiencia de esta causa. Él continúa desaparecido.

Adrián José Ferreyra.

El relato de Guzmán brindó un nuevo dato sobre lo ocurrido a Ferreyra desde su secuestro. Mientras estaba detenido en la Cárcel de San Martín junto con otras 13 personas provenientes de la zona de Cruz del Eje, Guzmán es llamado por un «muchacho flaco de nombre Pedro López».

«Entonces me dice que Adrián Ferreyra le dijo que lo tenían en un camión afuera», dijo.

Guzmán confesó que Ferreyra solía ir todos los años a la casa de su abuela, vecina suya, pero que sólo una vez había cruzado diálogo con él. Fue días antes de su secuestro, cuando estaba trabajando sobre un alambrado y Ferreyra se acercó a decirle algo. A los días, secuestraron a Guzmán.

«Cuando a mi me llevaron, mi mujer me contó que el nieto de ‘doña Pora’ vino a casa y le dijo «yo me voy a ir a córdoba y voy a averiguar a dónde está tu marido». Yo tenía cuatro hijos», dijo Guzmán. 

El calvario de los estudiantes de la UNC

En un relato lleno de angustia, la última testigo en declarar y poner fin en la etapa testimonia fue Eddy Lilian Salles. Su testimonio cerró la ronda de desgarradores sucesos perpetrados durante la última dictadura cívico militar en la Argentina.

Eddy fue secuestrada la madrugada del 31 de agosto de 1976 en el barrio Alta Córdoba de la ciudad de Córdoba, junto a su hermano Carlos y Hugo, un compañero de estudio. Los tres cursaban el 4to año de la carrera de Arquitectura en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

Eddy y Hugo fueron posteriormente liberados. Carlos, víctima de este juicio, aún continúa desaparecido. En la última dictadura cívico militar (1976 – 1983) desaparecieron alrededor de 203 estudiantes, egresados, docentes y no docentes de la Universidad Nacional de Córdoba.

El secuestro de Eddy, Hugo y Carlos

Coherente con los miles de secuestros que se produjeron durante esa época en todo el país, el secuestro de los hermanos Salles y su compañero Hugo fue violento. «Por supuesto dieron vuelta toda la casa, cargaron las pocas cosas que uno tenía de valor», contó Eddy. 

«Mientras me cambiaba me manosearon, me sacaron el reloj que tenía puesto y nos sacaron y nos cargaron en unos vehículos. Según trascendidos de los vecinos, habían dos autos y muchos soldados en la vereda del frente», agregó. 

Eddy aseguró que en el vehículo iba con Hugo. A su hermano Carlos recién lo vio en una oficina del centro, donde los llevaron en un primer momento. «En ese pasillo volví a escuchar a mi hermano. En un momento sentí como que corrieron una silla con patas metálicas y ahí le escuche la voz que dijo «¿Qué me han hecho?» y de ahí no lo escuché nunca más». 

En la oficina, un militar le confirmó a Eddy que tenía en sus manos un discurso que la comprometía. «En noviembre de 1975 hablé en mi pueblo, San Antonio de la Paz, en un acto público en favor de la subversión», admitió. Luego, contó el calvario que sufrió cuando fue liberada. 

El reencuentro: «Seguimos esperando a Carlos»

Carlos Salles.

La largaron esa misma noche en un camino rural entre Córdoba y Alta Gracia. Sin zapatos, con las manos atadas y los ojos vendados, Eddy fue rescatada por una pareja que vivía en la zona. Con lágrimas en los ojos y una notable angustia, relató al tribunal la odisea de llegar a su casa y no hallar a su hermano.

«Tomé el ómnibus y volví a la terminal. De allí yo no recuerdo de qué forma volví hacia mi casa. Cuando llegué estaba Hugo, había llegado, y nos sentamos a esperar a que regresara Carlos que era el que faltaba. Hasta hoy», detalló en este fin de la etapa testimonial.

Cuando la noticia fue comunicada a sus padres Eddy confesó que «vino el calvario mayor». Es que le siguieron meses y meses de búsqueda sin ningún éxito. Después de un tiempo regresaron a su pequeño pueblo, ubicado en la provincia de Catamarca, donde se enteraron de diferentes trascendidos de lo que había sucedido con su hermano. 

Complicidad política y civil en el fin de la etapa testimonial

«Un chico de mi pueblo que estaba haciendo la colimba y hacía guardias en el Campo de la Rivera dice que lo vio ahí detenido. (…) Pero cuando mi mamá lo enfrentó para que confirme, le dijo que no sabía nada».

Al finalizar su testimonio expresó: “Hay que trabajar para que estas cosas no vuelvan a pasar, justamente por la generación que viene detrás nuestro”.

Después del secuestro y la desaparición de Carlos, «el jefe del registro civil se acercó a mi casa y le dijo a mi mamá que tres o cuatro días previos a que nos secuestraran, el jefe de la Policía de mi pueblo le había pedido la copia de la partida de nacimiento de Carlos y mía».

Pero su familia nunca pudo saber lo que realmente le sucedió. «Pareciera que se lo tragó la tierra», dijo su hermana con una visible tristeza en el rostro. Además, denunció la colaboración de un sector de la política y de los civiles, «que ayudaron para que hagan el desastre que hicieron. La cantidad de gente y familias cercenadas de sus miembros». Con su testimonio, finalizó la etapa testimonial del juicio Diedrichs-Herrera.

Esta emotiva jornada marcó el fin de la etapa testimonial del juicio que tiene un total de 43 víctimas y 18 imputados. En lo que resta de diciembre, podrán ampliar indagatorias los imputados que quieran hacerlo, se incorporarán pruebas y se desarrollarán las conclusiones finales.