
Luego de esperar 44 años cargados de dolor y ausencia. La memoria de Luis Roberto Soulier se hace presente con el testimonio de sus hijos.
–¡Llegaste Diego!–, exclama la abogada querellante Lyllan Luque.
–¡Claro, después de 44 años llegué!–, responde Diego.
El relato de Diego y Cecilia Soulier es parte de una reconstrucción llevada a cabo junto a sus familiares, compañeros y compañeras: Su historia familiar. Al hablar del recuerdo de su padre, el orgullo y la emoción brotan rápidamente.
La persecusión y el secuestro de su familia
“Mi papá Luis militaba en la FAL 22 (una rama de las Fuerzas Armadas de Liberación), era preceptor en el Instituto Loreto. También era delegado y presidía el cuerpo de delegados del Sindicato de Educadores Privados de Córdoba”, recuerda Diego.

Primero se sucedieron las reiteradas mudanzas a causa de la persecución sufrida a toda su familia. Luego los allanamientos en la casa de sus abuelos. Finalmente ocurre el secuestro de su padre, de sus tíos y su primo de tan sólo cinco meses.
“La consigna era irnos a una casa que estuviese limpia, que no fuera fácil de encontrar por las fuerzas armadas. Buscaban a mi padre por su participación gremial. Tenía una fuerte perspectiva de lucha por los derechos laborales que hasta el momento no se había escuchado. Otra perspectiva sobre la docencia y su rol”, comenta Cecilia, caracterizando la militancia gremial docente de Luis.
Ambos recuerdan que en la huida familiar tuvieron mucha ayuda y protección de los compañeros de su padre. Uno de ellos fue Roberto Jornet, ‘Tito’, quien formaba parte de los Gremios en Lucha. “En esos días vivimos con Jornet, con su mujer Olga Fonsea y su hijo Marcelo Jornet. Que nació el mismo día que yo. Nos decían los mellizos” señala Diego.
El secuestro y la memoria
Luego relatan los sucesos que terminan con el secuestro de prácticamente toda su familia. “El 16 agosto, cuando mi papá no tenía noticias de Juan Carlos, su hermano menor, se dirigió hacia la casa en Villa Páez. Mi mamá estaba en el departamento conmigo y mi hermana de 9 meses. Ese día mis viejos habían discutido, mi papá le pidió a mi mamá que me llevara a la guardería”. Diego destaca que su padre sabía que su pequeño hijo corría grave peligro si lo llevaba con él.
«Me gusta imaginar que me alzó, que me arropó, que se despidió de mí como cualquier día. Pero esa fue la última vez.»
Cecilia Soulier
Cecilia lo recuerda de manera particular: “Mi madre me cuenta que la mañana del 16 de agosto mi padre sale de casa. Me gusta imaginar que me alzó, que me arropó, que se despidió de mí como cualquier día. Pero esa fue la última vez. Yo era su hijita menor. Su ‘calabacita’, me decía”..
Su abuelo Freddy también fue secuestrado y torturado en la D2. «Desde allí no vimos nunca más a Luis, a Juan Carlos, a Adriana. Si tuvimos la fortuna de recuperar a mi abuelo Freddy lo liberaron, y a Sebastián Soulier, que es quien me acompaña, lo devolvieron a la casa de mi tía ‘Yoli’ relata Diego con voz entrecortada por la conmoción.
Denuncian la extorsión económica y psicológica que sufrió su familia por parte de los militares. El desamparo de un Estado y una sociedad que no quería escuchar lo que había pasado. “El progreso y futuro de mi familia fue interrumpido por esta acción violenta por parte de este Estado terrorista”, sostuvo Cecilia.
“El dolor de la familia por la falta de respuestas y mi mamá que es una sobreviviente (…) Realmente ver a mi mis abuelos después de la pérdida de dos hijos, del secuestro de un nieto. Se pusieron la familia al hombro con fuerza y entereza. Eso hace que hoy estemos acá pidiendo justicia al Estado argentino y contando esto a la sociedad”, expresó Diego.
Marcas y secuelas del silencio
Cecilia destaca el amor y la entrega de su madre y de su padre. “Eran jóvenes enamorados que habían decidido tener a sus hijos en esta realidad. En un contexto político donde ellos se hicieron responsables y tomaron decisiones que creyeron eran las mejores y en eso incluía en amor a sus hijos hacia todos nosotros”.
«La entereza con la que nos cuidó mi mamá es la que tenemos como ciudadanos del país”.
Diego Soulier
“Mi mamá siempre nos contó la verdad, la madre que tengo está a la altura del papá que tuve. Porque la entereza con la que nos cuidó es la que tenemos como ciudadanos del país”. Diego comenta el pesar que tuvo que atravesar no sólo por la pérdida de su padre y sus tíos. Sino porque no podían hablar de lo sucedido ni contarlo por el temor que tenía toda la familia. “El dolor uno lo sentía en el aire, nos costó muchísimos años poner en palabras todo esto” expresó.
Destacó el esfuerzo de su madre en su crianza y la de su hermana. Donde a pesar de todo lo que había pasado la alegría y el amor estaba presente. “Ella salió a trabajar sola sin marido, desaparecido, con una familia a cargo. Una sociedad cómplice del silencio (…) Nos esquivaban, se cruzaban de vereda las vecinas” señaló Diego.
“La ausencia… que es lo que yo más vivo en lo personal, del duelo de la pérdida de un padre (…) Por una mamá que quedó emocionalmente intervenida por esta situación” explicó Cecilia. También denunció el estigma social vivido durante la década del 90.
La familia unida por un presente de lucha
Diego y Cecilia relataron la lucha que llevaron a cabo, junto a su primo en HIJOS (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio). Cómo fueron las primeras acciones en busca de la verdad sobre lo que pasó y el pedido de justicia. “HIJOS me devolvió la sensación de pertenencia social”, destacó Cecilia.
Diego cuenta que recién a sus 15 años pudo decir que su padre estaba desaparecido y cómo eso le atravesó el cuerpo a él, a su hermana y a su primo. “Como hijo de desaparecido uno tiene que ir construyendo lo que fue su padre con los relatos de sus compañeros, de los alumnos”, expresa mientras reivindica la importancia de HIJOS en esa construcción.
“Queremos justicia y reparación. Queremos saber dónde están los cuerpos de nuestros seres queridos. Nunca pensamos en bajar los brazos y vamos a continuar con nuestra lucha” recalcó Diego.
Ambos destacan lo que debió afrontar la sociedad Argentina para llegar a los juicios. Luego de leyes de impunidad, de mirar para otro lado. El rol fundamental que cumplieron las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo. Lentamente comenzaron a recuperar su identidad a nivel social e individual.
“Lo complicado era vivir en donde parte de la sociedad admitía que aniquilar a personas por pensar distinto estaba bien”.
Cecilia Soulier
Cecilia habló de la estigmatización que le tocó atravesar en la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano por parte de ciertos docentes. En una sociedad que ocultaba el pasado y ponía una carga negativa a quienes habían sido militantes políticos. “Lo complicado era vivir en donde parte de la sociedad admitía que aniquilar a personas por pensar distinto estaba bien”.
Al cierre de su declaración, destacó la importancia de los juicios y expresó: “Me dirijo a los acusados como oportunidad de tomar y asumir la lección que la vida nos propone. Como hija de honorables padres, trabajadores, que se jugaron la vida”.
Por su parte Diego, expresó: “No me pongo en el lugar de víctima sino de ciudadano argentino. Testigo y afectado directamente de la peor época de la política argentina donde el oponente político fue secuestrado, torturado y saqueado. Hemos aprendido el respeto por el otro y lo podemos dirimir argumentando”.