Audiencia 13: Desgarradores relatos en la recta final de la etapa testimonial

Entrando en la recta final de la etapa testimonial del juicio Diedrich-Herrea, los primeros testigos brindaron declaración sobre la brutal persecución y represión a jóvenes universitarios en 1976. En este caso, Hugo José Oyarzo y Ana Del Valle Ramírez lo hicieron de forma remota mientras que Fernando González en sala.

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González Fernando y Hugo José Oyarzo, testigos de la causa Diedrichs-Herrera

El proceso judicial que se compone a partir de la acumulación de las causas Diedrichs y Herrera entra en la recta final de la etapa testimonial. Se trata del duodécimo juicio de Lesa Humanidad en Córdoba. Juzga a 18 ex militares y policías por secuestros, torturas y homicidios durante el terrorismo de Estado en la Argentina. 

Esta emotiva jornada de este 2 de diciembre marcó el principio del fin de la etapa testimonial del juicio. En lo que resta de diciembre, podrán ampliar indagatorias los imputados que quieran hacerlo, se incorporarán pruebas y se desarrollarán las conclusiones finales.

La primera persona citada fue Fernando González, quien brindó su declaración de manera presencial frente al Tribunal sobre la desaparición de su padre Horario Mario González. 

“El terrorismo de Estado deja heridas que se abren y se cierran”

Fernando González inició su testimonio agradeciendo al Tribunal la oportunidad de poder contar su historia y lo que le pasó a su padre, Horacio González. Destacó el carácter reparador de los juicios, tanto para él como para toda su familia. También expresó el deseo de que a través de su historia se pueda aportar “a una democracia participativa e inclusiva que propusieron abuelas y madres de plaza de mayo”. 

Horacio González.

En su relato detalló el secuestro de su padre la madrugada de 1976, en su casa ubicada en barrio Nueva Córdoba. “Esa noche estaban mis padres, mi hermano, mi tío Eduardo Comba, quien junto a mi madre me ayudaron a reconstruir lo que pasó”, sostuvo González. 

La madrugada del 27 de abril (1976) la familia González escuchó estacionar cinco automóviles “mi padre y mi tío ven bajar varias personas vestidas de civil y del ejército, automáticamente escapan por los techos”. Este grupo de personas entró a los golpes. “Mi padre siente, mientras huye, los gritos de mi madre y no se la bancó se volvió y a partir de ese momento no lo vimos más”, describió luego de que el fiscal Hairabedián le solicitara relatar lo sucedido aquel día. 

Horacio González –‘Chancho’, como le decían sus compañeros de militancia–, comenzó su participación política en la Juventud Peronista y luego en Montoneros. Actualmente continúa desaparecido. 

Sueños secuestrados

Al momento de su secuestro, Horacio trabajaba como gráfico linotipista en “Linotipia Mario Alberto González”. Un emprendimiento familiar fundado por su padre luego de retirarse del ejército con el cargo de suboficial en los sesenta. 

“Tenía muchos proyectos, muchos sueños que fueron secuestrados junto con él un 27 de abril de 1976. Esa madrugada era la noche de su cumpleaños, pude ver a través de otros testimonios que eso era una regularidad, como había un festejo aprovechaban para secuestrar”, apuntó en su testimonio. 

Luego del secuestro de su padre, se trasladan a la provincia de Chaco (Resistencia) junto a su madre y su hermano. En ese momento su abuelo, Mario González, se encargó de la búsqueda de su padre a través de entrevistas con sus ex camaradas de armas. Pero nunca obtuvieron respuestas. 

“A través de los años mi madre toma contacto con la hermana de un compañero de militancia de mi padre y le contó que vio a mi padre durante su secuestro”.
Horacio González

Según el testimonio de la joven, fue secuestrada al poco tiempo que Horacio. Mientras caminaba por el centro de la ciudad la subieron a un auto de forma violenta y “allí lo ve a mi papá muy golpeado». Y agregó: «Entre el forcejeo le preguntaron a mi padre si reconocía a la joven (era hermana de un militante, posiblemente de la misma organización)”.

“Las marcas del terrorismo de estado para mi familia son heridas que se abren y se cierran no únicamente a un tiempo personal, sino climas y contextos de época”, destacó. 

“Mi padre fue un desaparecido” 

Recién a sus 10 años, Fernando se enteró que su papá no había muerto en un accidente automovilístico, sino que estaba desaparecido. Después del juicio a las Juntas su madre decidió contarle la verdad. “Porque siempre vamos en relación a situaciones del país”, explicó el temor de su madre de revelar lo que le había pasado a su padre. 

“A los 16 años fui por primera vez a una marcha del 24 de marzo, junto con compañeros de la escuela Alejandro Carbó”. En su relato, Fernando recordó sus inicios como militante en el secundario, luego en la universidad y las secuelas de terror en su madre.

“Un día llego muy contento a mi casa para contarle que había sido elegido como secretaria general del centro de estudiantes de la facultad y vi como a mi madre se le desencajó el gesto”.
Horacio González

En su testimonio recordó a los compañeros de militancia de su padre, quienes junto a su familia lo ayudaron a construir la historia y vida de Horacio. “En estos años conocí a Néstor Baquier, quien me comentó que se enteró que mi padre había estado secuestrado 30 días y que conocía el lugar donde estuvo secuestrado”. Además, destacó que el objetivo de militancia de su padre era la rebeldía contra la injusticia creciente la ausencia de democracia la violencia política “ese era él”. 

Su familia padeció por muchos años la impunidad, donde el anhelo de justicia se alejaba cada vez más. “(…) Que esté hoy declarando en lugar de mi madre aquí sentada, porque esto que pasó a unos nos impulsa a luchar por nuestros derechos y otros los detiene en el tiempo porque es tal el horror y el dolor”. 

La impunidad biológica

En el cierre de su declaración, una de las principales en esta recta final de la etapa testimonial, destacó la importancia de los juicios: “(…) Por más que hubo un grupo de personas un Estado que se creyó vencedor y que hoy está sentado en el banquillo. Pero que pese al veredicto que ustedes den del juicio (Tribunal) la sociedad sabe que son culpables”.

También apuntó a la impunidad biológica que atraviesan estos procesos judiciales. Finalmente, denunció a los cómplices civiles como Julio Cèsar “Chiche” Aráoz, la familia Palacios y el juez federal Luis Rueda. 

“Que este juicio y que la memoria de mi padre nos empujen a construir esa democracia por los 30.000 compañeros desaparecidos, por los 45 millones de argentinos y argentinas y por los tres pilares que sustentan nuestra democracia: memoria, verdad y justicia”. 

“Arquitectos que no fueron”

Durante la última dictadura cívico-militar las universidades más grandes del país fueron el foco de la persecución, represión y desaparición de personas. En virtud de la efervescencia juvenil de la época, las ideas fueron combatidas con armas y violencia contra los estudiantes. 

Edificio de la Facultad de Arquitectura (UNC), ubicado en el centro de Córdoba.

En la treceava audiencia del juicio Diedrichs-Herrera, los relatos apuntaron a la persecución sufrida por parte de los estudiantes de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Córdoba. 

El segundo testimonio de la jornada fue brindado por Hugo José Oyarzo, secuestrado en 1976 junto a Eddy Salles y Carlos Salles. Eddy, hermana de Carlos Salles, posteriormente fue liberada. Su hermano continúa desaparecido. Actualmente fue convocada por la fiscalía como testigo en la causa

“Yo vivía en la casa que era de sus padres, éramos los tres amigos. Vivíamos en una casa en barrio Alta Córdoba”, describió Oyarzo los sucesos del violento secuestro sufrido junto a los hermanos Salles. 

Carlos Salles.

“Esa noche llegué, me acosté y, al poco tiempo, me despierté por golpes y gritos en la puerta. Me desperté y era un tumulto de gente de civil, entraron buscando a Carlos”, detalló. 

Carlos Salles tenía 25 años al momento de su secuestro. Cursaba el último año de la carrera de Arquitectura en la Universidad Nacional de Córdoba. Fue homenajeado en el libro “Arquitectos que no fueron” en memoria a estudiantes y egresados de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Córdoba asesinados y desaparecidos por el terrorismo de Estado. 

Una cruenta venganza

“Nos llevaron a los tres, salimos vendados. Nos bajan en algún lugar, a mi se me cae la venda, y fue un segundo, pero alcance a ver el edificio a donde nos llevaban”, dijo. Además, aseguró que el edificio se parecía mucho al de la Justicia Federal.  

En ese edificio le preguntaron el nombre y lo llevaron a la rastra para que no pudiera reconocer el lugar. Recordó que lo llevaron junto a Eddy Salles, ambos atados y vendados, por un camino de tierra. “Fue muy fuerte porque sabía lo que estaba pasando en ese momento, aparecían personas muertas en la periferia (…)», describió.

“Me dicen que me baje, le sujeté fuerte las manos a Eddy, me bajé y pensé que me iban a disparar. Pero sentí que arrancó el auto y se fue y me dejaron”, detalló. Fue liberado en un campo camino a Alta Gracia y que un colectivo lo acercó hasta la terminal de Córdoba. 

“Llegue a la casa y estaba todo revuelto, nos habían robado muchas cosas. Después llegó Eddy, pensábamos que Carlos iba a volver (…) Pasaron los días y nunca apareció”, sostuvo. 

“Recuerdo que unos días antes Carlos me comentó que tenía una gran preocupación. Porque había tenido un altercado con el comisario de su pueblo, en San Antonio de la Paz (Catamarca)”, Oyarzo denunció que posiblemente su desaparición haya sido parte de una venganza. 

Según el testigo, la búsqueda de la familia Salles fue terrible: “Mucha gente les mentía para sacarles dinero o entretenerlos”. 

“En esa época tan triste han caído militantes y ha caído gente que no tenía nada que ver, muchas veces como en este caso yo creo que ha sido una venganza porque Carlos estaba interesado en la política pero no era militante orgánico”, finalizó en el cierre de la etapa testimonial.