Los testigos exigen saber qué pasó con sus familiares

La sexta audiencia estuvo cargada de emoción por parte de los testigos y sus recientes declaraciones. En primer lugar, Mónica Sandra Solodky brindó su declaración por videoconferencia desde Israel. Luego se sucedieron los testimonios en sala de Carlos David Torres, Claudio Esteban Torres, y Horacio Sosa.

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En la sala de audiencias, los rostros de las víctimas del terrorismo de Estado ocupan su lugar luego de décadas de olvido judicial.

En una extensa jornada, los testimonios profundizaron en detalles y descripciones de una época convulsionada en la que la violencia extrema del terrorismo de Estado se presentó con toda crudeza en crímenes, secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones. 

Este contexto es detallado por el primer testimonio de Mónica Sandra Solodky. Mónica reside en Israel desde 1976. En ese año logró huir del país luego del secuestro de su marido Hugo Eduardo Donemberg. 

Desde Israel: el testimonio de una sobreviviente

Mónica arriba el 8 de mayo a Israel, país en donde residían sus tres hermanas. Estaba embarazada de casi 9 meses. Días después dio a luz a su hijo Ido. Relata que su marido Hugo Donemberg había sido secuestrado el 29 abril de 1976 en su domicilio. Militaban en la Izquierda Argentina, sus alias (en la época, los militantes no usaban su nombre verdadero para evitar se capturados) eran ‘Adriana’ y ‘Pedro’. Él era estudiante de Psicología y ella de Asistencia Social de la Universidad Nacional de Córdoba. 

Hugo Donemberg.

En su testimonio, Mónica Solodky describe la compleja situación que se vivía desde el golpe de Estado (1976): “Decidimos irnos de la casa. Teníamos miedo de que estuviera marcada porque estaba desapareciendo gente. No queríamos ir con nuestros familiares porque sabían donde vivían. Dábamos vueltas por la calle y cada noche dormíamos en un lugar distinto. Yo con 9 meses de embarazo”. 

El secuestro se produjo la madrugada del 29 de abril en su departamento de la calle Colón al 1880 en un quinto piso. “A las 2 de la mañana sentimos ruidos golpeando la puerta. Veo que entra gente y me dicen «vos volvé al cuarto», que no me mueva. Le dicen a Hugo que se vista, que lleve una manta y se saque la alianza (…) Cuando se fueron me levanté, agarré la valijita con la ropa del bebé y me fui a la casa de mis padres”. 

Recuerda que el portero del edificio, llamado Víctor, le comentó que minutos antes del secuestro de Hugo cercaron el edificio. Había muchas personas vestidas de civil. El portero destacó que los vehículos eran Ford Falcon. “Me contó que bajaron a Hugo con los ojos vendados, con una navaja en la boca, las manos atadas. También que le dijeron que habían encontrado 20 kilos de dinamita, lo cual era mentira”, denunció Mónica. 

“El 14 de mayo nace nuestro hijo fruto de nuestro amor. Hoy tiene 44 años. Es una persona divina, muy parecida a Hugo. En los gestos, en la mirada, los modales. Impresionante, nunca lo vio y tiene modales que me hacen acordar a Hugo”, detalló. 

Un allanamiento con acta formal

Luego del secuestro de Hugo. El padre de Mónica intuyó que no era seguro que su hija se quedara en el país y la ayuda a huir a Israel. Días después ,la casa de Federico Solodky fue allanada por militares que preguntaron por su hija Mónica. Según su testimonio, este allanamiento se debe a que durante el secuestro de Hugo le preguntaron su fecha de parto. “Yo les dije «entre el 9 y el 19 de mayo». El 20 de mayo llegaron a la casa de mis padres y cercaron todo, eran militares. Esto me da la pauta de que el ejército se enteró de todo esto a pesar de que habían sido civiles los que se llevaron a Hugo”, sostuvo. 

En este momento la testigo muestra al Tribuna un acta que aún conserva: “Firma el jefe de la emisión Sub Área 3111. En cumplimiento de la orden verbal del Comandante del Tercer Cuerpo del Ejército. Se produce a labrar la presente acta a fin de dejar constancia del allanamiento efectuado en el domicilio en la calle Fernando Fader (Cerro de las Rosas) habitada por Sr. Solodky Federico y su familia. Córdoba 21 mayo de 1976. 01:40 hs”. UN documento escueto pero muy significativo. 

Unos años después de este suceso los padres de Mónica deciden radicarse también en Israel. Por casualidad, la casa del cerro es adquirida por un militar. Al enterarse de su rango, Fedrico Solodky le rogó que lo ayudara a encontrar información sobre el paradero de Hugo Donemberg. Pero no sólo que no recibió ninguna ayuda, sino que parte del pago de la vivienda no fue realizado. La familia Solodky relata que también recibió amenazas y extorsión económica en esos años por parte de algunos militares. 

“El chico judío”

Hugo Eduardo Donemberg cursó el secundario en la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano. Luego ingresó a la carrera de Psicología de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Hizo el Servicio Militar Obligatorio en 1974 siendo dado de baja en abril de 1975. En ese tiempo conoció a Mónica, con quien se casó a finales de 1974. Juntos esperaban un hijo. Trabajaba como obrero en la Cervecería Córdoba y militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT-ERP). ‘Pedro’, como lo llamaron sus compañeros de militancia, fue secuestrado esa madrugada del 29 de abril de 1976 en su departamento de barrio Alberdi. 

«Es el chico judío que murió estaqueado al sol en La Perla»

En septiembre de 2013 Mónica Solodky viajó a Argentina para atestiguar ante el Ministerio de Justicia de la Nación. “En ese contexto me encuentro con una sobreviviente del Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio «La Perla» (Cecilia Suzzara) que me dice que se acuerda de Hugo. Se acuerda de un chico judío de ojos claros, con entradas muy profundas. Le muestro la foto y lo reconoce. «Es el chico judío que murió estaqueado al sol en La Perla». 

Los cientos de testimonios de sobrevivientes de La Perla atestiguaron el horror vivido y los mecanismos de tortura inhumanos perpetrados por los militares. En algunos casos como el de Hugo, a ello se sumó un fuerte antisemitismo. “Esa fue la primera vez que escuché algo de Hugo, fuerte, doloroso, pero todavía no sé todo. Quiero saber qué pasó con él. Desde que se lo llevaron de casa hasta el final”, exigió.

“Pensábamos distinto, pero pensar distinto no es un delito. Hace 44 años estoy buscando la verdad. Quiero saber qué pasó con Hugo. Qué le hicieron y cuándo lo mataron”, expresó Mónica en el cierre de su declaración. 

Los hermanos de Gustavo Torres 

Gustavo estudiaba en el Colegio Superior de Comercio Manuel Belgrano donde comenzó su participación estudiantil en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y en el centro de estudiantes. También militaba en la Juventud Guevarista (JG). Tiempo después pasa a formar parte del PRT-ERP.

Gustavo Torres.

Sus hermanos Claudio y Carlos brindaron declaración. Después de 44 años de espera por saber qué fue lo que pasó. En primer lugar le tocó a Claudio, el menor de los tres. Su relato expresa lo que le costó sobrellevar la ausencia de su hermano.

Recordó la participación de Gustavo en el centro de estudiantes y algunas anécdotas. “Yo era dos años más chico. Fui a asambleas que se hacían en anfiteatros. Me acuerdo que Gustavo se estaba preparando para las elecciones del centro. Yo le hice la cargada de pegarle el color de la lista opositora”. 

Carlos, el mayor de los hermanos, contó que tenía mucho miedo “sobre todo a la Triple A”. Relató que para el año 75 el contexto de violencia e inseguridad para quienes militaban se sentía en el aire. “Una vez estábamos con mis viejos y vimos gente con armas y escopetas en un Torino. Gustavito nos dice que eran de la Triple A. Por eso dejó la escuela a fines del 74. Se sentía muy inseguro por el clima que se vivía”, explicó. 

Recuerda que luego de que se llevaran a Gustavo, su madre “siempre miraba hacia la puerta porque decía que esperaba que algún día volviera Gustavito”. 

Alguien más lo vio 

‘Gustavito’ Torres fue secuestrado la madrugada del 11 de mayo de 1976 desde su casa. En presencia de sus padres, hermanos y abuelos, en barrio Alta Córdoba. Permaneció cautivo en el Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio La Perla. 

“Pocos días después se llevaron a un amigo de mi hermano en la Cañada. Él me dijo que había visto a mi hermano en un vehículo y que en el lugar al que lo llevaron escuchó su voz. Ambos hacían música, por eso tenían ese fuerte vínculo”, relata Claudio. El compañero era Jorge González alias Pichi Cuchi´, actualmente fallecido. 

La “lista negra” de Rigatuso 

Durante la ronda de preguntas, el abogado querellante Claudio Orosz le preguntó a Carlos:

– ¿Se acuerda de las autoridades de la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano?. 

– Sí, recuerdo a Tránsito Rigatuso. Tenía una pésima relación con los alumnos. No era una persona querida. Había muchos reclamos hacia él. En el 75 se vivía un clima muy desagradable. Entrar a la escuela era como entrar a un destacamento policial, decían que había preceptores armados. ‘Zanón’ fue mi preceptor y yo le tenía bastante temor. Me habían dicho que pertenecía a los grupos de Rigatuso. El Chino Segovia fue preceptor de mi hermano, no era querido tampoco. 

La familia Torres reclamó la desaparición de Gustavo en distintas instituciones del país. En el año 2002, con un fallo judicial, se probó legalmente la responsabilidad de Tránsito Rigatuso, interventor del Colegio durante los años 1974 y el 1976, por confeccionar listas de estudiantes entregadas al jefe del III Cuerpo de Ejército, Luciano Benjamín Menéndez.

El arrepentido 

En el año 1983 se presentó una persona en la casa de los Torres. En sus testimonios los hermanos recuerdan que preguntó “si allí vivía Gustavo Torres”. Este hombre explicó que había estado presente durante su secuestro. Dijo que en ese momento era policía militar, estaba haciendo la conscripción. Les aclaró que él no había entrado a la casa en el momento del secuestro, pero que había estado afuera (como apoyatura) y había visto toda la situación. “Yo quería saber si él volvió, porque yo sé que fue secuestrado”, les dijo. Carlos Torres recuerda que les comentó que estaba haciendo un informe o algún tipo de relevamiento. “Nunca más pude ubicarlo. Me enteré que falleció y se llamaba César Massera”, sostuvo. 

Al finalizar sus testimonios los hermanos de Gustavo Torres agradecieron al tribunal. Resaltaron la espera de 44 años por justicia y exigieron saber qué fue lo que pasó con su hermano Gustavo. 

Horacio Sosa, músico cordobés que fue testigo en el juicio Diedrichs-Herrera.

Guitarreada en el barrio

Finalmente llegó el turno del último testigo. Horacio Sosa (músico y docente, integrante del mítico grupo cordobés Posdata). Referido durante el testimonio de Walter Grahovac, actual ministro de educación en la provincia de Córdoba, Sosa era compañero de Miguel Ángel Arias (una de las víctimas que integran la causa Diedrichs) en el Instituto Loreto.

Durante su declaración contextualizó su paso por el Instituto Loreto y el trabajo comunitario que llevaban a cabo en barrio Las Violetas. Esas actividades las compartía con Coqui y algunos párrocos del colegio que practicaban la Teología de la Liberación.

“La historia comienza en el 64 cuando ingreso al colegio Loreto. En la primaria ya nos cruzábamos con ‘Coqui’ Arias. Luego en el secundario fue creciendo el vínculo, que se reforzaba en distintos escenarios. No sólo en la escuela sino en la música, en el barrio. Tocábamos mucho la guitarra”, recuerda Sosa. 

Tiempo de revolución

“Sentimos un vértigo cuando decimos ‘revolución’. Porque estaba planteada hacia el interior de todos los ámbitos en donde uno se desenvuelve”, señaló Horacio Sosa como retrato del espíritu de una época “muy política”, donde la música también tenía su lugar y expresión. “La política no sólo era la organización donde se militaba. Era un cristal a través del que se miraban todas las cosas, actividades vecinas, el rol en la escuela, nuestras parejas (…) Una época que planteaba la actividad hacia afuera y hacia adentro de las personas”, explicó. 

“Éramos jóvenes conectados con lo que pasaba. Teníamos que tomar acciones concretas en el ámbito de la escuela para que difundiera lo que estaba pasando”

Horacio Sosa

Destacó su propia experiencia y su paso por el Grupo Comunidad. “Había un sentimiento de pertenencia a una sociedad. En ese grupo había estudiantes de distintas carreras que eran mayores que yo, tenía 17 años y ensayábamos en Barrio Obrero”. 

Detalló las actividades que llevaban a cabo en el Instituto Loreto junto a “Coqui” Arias: “Éramos jóvenes conectados con lo que pasaba. Teníamos que tomar acciones concretas en el ámbito de la escuela para que difundiera lo que estaba pasando” señaló. 

Ausencias presentes

También recordó a Luis Soulier como su preceptor. Resaltó la militancia gremial docente de Luis y cómo se interesaba en sus estudiantes “tenía mucha capacidad, era brillante. Para mí ha sido un honor conocerlo. Lamento mucho lo que pasó con Luis y con todos” expresó.

Luis Roberto Soulier.

“Cuando lo llevaron a ‘Coqui’ cambió para siempre toda nuestra historia. Porque la ausencia de ‘Coqui’ y tantos otros… Fue una ausencia presente todo el tiempo. Una ausencia con nombre y apellido. Soñaba con Coqui, lo escuchaba hablar en ese deseo de volverlo a sentir. Él era un ser especial y uno más porque se distinguía. Pero jamás se desmarcó de los demás. Era un gran jugador de fútbol, hincha perro de Talleres. Me hizo amar a ese club”, señaló. 

En el cierre de su testimonio, Horacio Sosa agradeció la posibilidad de declarar a pesar del paso del tiempo: “Pasó mucho tiempo pero por suerte la vida me dio la posibilidad de estar acá y decir lo que dije y espero que se haga justicia. Es lo único que espero”. 

El tribunal a cargo de la Dra. Carolina Prado solicitó un cuarto intermedio hasta la próxima audiencia. La convocatoria está pautada para el próximo 21 octubre.