Testimonios del pasado desde el presente
Muchos de los testimonios del juicio Diedrichs-Herrera hacen visible una de las aristas más crudas de la represión: La vinculación del terrorismo de Estado con la educación y, en especial, la responsabilidad civil en las denuncias sobre la llamada “subversión” y la represión en las escuelas secundarias.
Una de esas declaraciones, por ejemplo, fue la de Julia Soulier, hermana de Luis Soulier, quien al momento de su secuestro y posterior desaparición trabajaba como preceptor en la escuela donde ella cursaba sus estudios secundarios: el Instituto parroquial Nuestra Señora de Loreto. En su narración, Julia rememoró que quien era representante legal del colegio al comenzar la última dictadura cívico-militar era el Padre Carlos Ponce de León, un cura relacionado con el tercermundismo y la opción por los pobres. Justamente su posicionamiento, el cura comenzó a ser presionado por la jerarquía eclesiástica para que se comprometiera con los objetivos del gobierno militar y, ante sus negativas, al poco tiempo fue removido de su cargo en el colegio y la parroquia. El hecho que hizo estallar su destitución fue su rechazo a bendecir una bandera argentina que había donado la Escuela de Aviación Militar, ya que para él los militares eran responsables de los secuestros que afectaban a la sociedad argentina, e incluso a la misma escuela, ya que era conocida la desaparición del preceptor Luis Soulier y del egresado Miguel Ángel “Coqui” Arias.
Muchos años después, en el año 2008, se reunieron ex alumnos del Loreto para hacer un homenaje a los desaparecidos de la escuela. En ese contexto, Julia volvió a encontrarse con el cura, quien le contó que al inicio de la dictadura el arzobispo Primatesta había ordenado que los colegios parroquiales entregaran el listado del alumnado y de los profesores que trabajaban en cada institución, y él se había opuesto. En su declaración judicial, Julia Soulier agrega: “También me dijo que él había sospechado de algunos profesores pero que había logrado comprobar que uno de ellos, entre las carpetas, llevaba continuamente un librillo de ´Cómo reconocer al enemigo´ que había sido entregado en ese momento por el ministerio de Educación. Me estoy refiriendo a Esteban Bobadilla, profesor de la escuela”. También fue su profesor, y con el tiempo Julia sintió “una sensación muy fea al pensar que en el transcurso del secundario había sido vigilada por esta persona”. Lo último que supo de él fue que se jubiló como docente en la Escuela Superior de Comercio “Manuel Belgrano”.
Otro testimonio brindado en este juicio por la esposa de Luis Soulier, Estela Reyna, también refiere a este asunto. Ella comentó que sabía que en el colegio Loreto “había algunos profesores que eran señalados por los alumnos como entregadores” de “listas negras” de estudiantes y profesores que, por sus actividades en el centro de estudiantes o por sus discusiones sobre política, “molestaban a las autoridades y eran mal vistos”. También relató que a los dos meses del secuestro de su marido, fue a la escuela a pedir a los compañeros de su esposo que firmaran una nota para solicitar información sobre su paradero. Sin embargo, la directora de ese momento, Beatriz Novillo, le obstaculizó el ingreso y le pidió que le dijera quiénes promovían esa nota, por lo que ella tuvo que retirarse sin poder lograr su objetivo.
Luego de la destitución del cura Ponce de León, el colegio Loreto pasó a ser intervenido por el Consejo Superior de Educación Católica. Pero al poco tiempo, el rectorado de la escuela fue entregado al mismo profesor Esteban Bobadilla, quien en ese momento hacía sólo ocho años se había recibido de profesor y entre sus antecedentes sólo tenía un breve paso por el Departamento de Filosofía de la Universidad Católica de Córdoba (UCC) como secretario. Quizás el nombramiento no haya sido producto del reconocimiento a su trayectoria académica, sino algún tipo de premio por su colaboración en los años previos.
Conociendo al profesor Bobadilla
Sus alumnos de la Escuela “Manuel Belgrano” lo recuerdan muy bien. Enseñaba Filosofía. Lo rememoran por su catolicismo ultraconservador, que justificaba su postura en contra del uso de anticonceptivos, en contra del aborto legal, e incluso en defensa de la conquista de América.
Una de las cosas que más evocan sus ex alumnos y otros educadores, era que el profesor Bobadilla tenía por costumbre realizar colectas de ropa y alimentos para caridad. De hecho, en 2004 dirigió una salida educativa con estudiantes del Belgrano a la Fundación Misionera María Esperanza junto a su esposa y la madre de una alumna. Se trataba de una visita en nombre de la escuela pero que en su relato no tenía ningún objetivo pedagógico, fue realizada en un espacio religioso fuera de la ciudad capital y que, según el registro, se había hecho tres veces anteriores [1]. Todavía en 2017 el profesor Bobadilla continuaba realizando tareas de colaboración con ese espacio religioso, haciendo intervenir también a sus estudiantes de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCC, donde también era profesor [2].
La monja creadora de ese espacio religioso, Theresa Varela, relata en su página web que fue aconsejada por Primatesta, a quien menciona como “mi querido cardenal”, para emprender esta misión [3]. El mismo Primatesta que recomendaba esta fundación era el que durante la dictadura había pedido las “listas negras” en el colegio Loreto y en tantos otros. Evidentemente, los vínculos del profesor Bobadilla con estos espacios eclesiásticos tenían larga data.
En la trayectoria académica de este profesor se hace evidente la díada católica-militar. Se recibió de profesor de Filosofía en la UCC en 1970. Como ya se mencionó, fue secretario del Departamento de Filosofía de la UCC entre 1974 y 1975, y también fue profesor en el colegio Loreto. También hemos dicho que al poco tiempo de los secuestros en esa escuela, Bobadilla fue nombrado Rector de esa institución, cargo que ocupó hasta el año 1988, incluyendo largamente la transición a la democracia. Luego fue profesor de Filosofía en la Escuela Manuel Belgrano, y también se convirtió en profesor titular de Introducción a la Filosofía en la Facultad de Ciencias Económicas de la UCC. Asimismo, fue jefe de enseñanza en el área humanista en la Escuela de Aviación Militar, la misma institución que había donado la bandera que desencadenó el despido del cura Ponce de León del colegio Loreto [4].
Por supuesto, saber qué espacios institucionales ocupó este profesor no constituye una prueba de su colaboración con la dictadura, aunque hay que subrayar que brinda condiciones de posibilidad histórica para la misma. Sólo hacía falta que “auscultara al enemigo”, lo que en la jerga militar se usaba como sinónimo de escuchar y pasar información sobre posibles actividades “subversivas”. Evidentemente este profesor se especializó en esa labor, tanto así que uno de sus pocos trabajos académicos conocido fue una ponencia presentada en el Congreso Internacional de Filosofía de 2008 titulada “La filosofía en la construcción de la actitud de escucha”[5].
Como ya se mencionó, se asocia a este profesor con el documento impreso por el Ministerio de Educación durante la dictadura, titulado Subversión en el ámbito educativo (Conozcamos a nuestro enemigo). En él se encargaba a los profesores y directivos de escuelas de distintos niveles que reconocieran a potenciales “subversivos”, señalando como tales a profesores marxistas que “se infiltraban en las conciencias” de los estudiantes. Por ello, se apelaba a la responsabilidad decisiva de los educadores para que esa situación no continuara, mandato que seguramente caló hondo en varios profesores que creyeron que la cruzada contra el marxismo y el desorden social también necesitaba de su propia actuación.
Podría decirse que la trayectoria del profesor Bobadilla fue una entre miles similares. ¿Cuántos Bobadillas habrá entre nosotros? Personas que se consideran “gente de bien”, con “valores”, que “defienden la vida”, y que todo eso se sustenta en haber “salvado la patria” denunciando a “subversivos” durante los años del Terrorismo de Estado. El promedio de la vida de muchxs argentinxs que en aquellos años colaboró en lo que consideraba coherente con su visión de mundo, y que, algo no menor, gracias a ello mejoró su situación económica y social. Quizás por ese ascenso social o porque se consideraban parte de una élite superior, dirigía esas tareas de caridad católica en la que reunía esfuerzos con sus grupos de alumnos. ¿O quizás era una forma de sosegar otras culpas?
El profesor Bobadilla se jubiló como docente de educación media hace una década exactamente. Pero todavía al dia de hoy, sus estudiantes lo recuerdan. Sobre todo cuando Julia Soulier lo nombró en la audiencia del juicio: a muchxs de ellxs les llovieron recuerdos crudos, indignantes, dolorosos. Seguramente también removió recuerdos en Cecilia y Diego Soulier, que fueron estudiantes del Belgrano entre los años ´80 y ’90, y compartieron paredes con quien podría tener alguna responsabilidad en la desaparición de su padre Luis Soulier.
Notas:
- [1] https://www.misionesperanza.org.ar/una-vez-mas-nos-visitan-los-alumnos-de-la-escuela-superior-de-comercio-manuel-belgrano/
- [2] https://www.misionesperanza.org.ar/agradecimiento-por-las-actividades-2017-realizadas-en-los-7-centros-educativos-de-promocion-humana/
- [3] https://www.misionesperanza.org.ar/institucional/
- [4] Todos los datos académicos del profesor Bobadilla fueron extraídos de la Resolución del Honorable Consejo Superior de la UNC N° 26/2008 y N° 27/2008.
- [5] https://www.observacionesfilosoficas.net/congresointernacionalcordoba08.htm