El poder Ejecutivo dirime en estos días una pulseada importante para la ciudadanía. Más allá de los vericuetos jurídicos –cuyos escabrosos detalles se escapan al común de nosotros–, es fácil advertir que la herencia acumulada de irregularidades en la disposición de cargos dentro de la justicia no es fácil de dejar atrás.
El poder actúa desde hace décadas en la institución judicial, pero deja sus huellas por doquier. El relato de causas de corrupción y jueces adictos es una de las principales herramientas con las que insiste en dividir a la población. Como complemento actual, el riesgo que el mundo vive en estos momentos por la pandemia resulta un nuevo caldo de cultivo para acicatear el conflicto, del que germinan dos modelos de país bien diferenciados: quienes le dan prioridad a la vida y quienes prefieren proteger al “mercado”.
Algo similar sucede a nivel regional. Nuestra hermana República Plurinacional de Bolivia, por ejemplo, se apronta a tener elecciones después de un gobierno de facto y la comunidad boliviana en nuestra provincia teme que se le imposibilite ejercer su derecho al voto debido a una recomendación sanitaria del COE. A la vez que se habilitan grandes extensiones comerciales, no se gestionan condiciones para el ejercicio democrático de una importante cantidad de votantes residentes en nuestra provincia.
Quienes estamos abocados a promover juicios por delitos contra la humanidad vemos que es sencillo definir de qué lado estar en estos casos. Si es que existe eso que llaman “la grieta”, siempre estaremos del lado de la democratización de los poderes, especialmente el Poder Judicial. Estaremos en el lado de la defensa de los gobiernos elegidos democráticamente y sobre todo en la protección y cuidado de la vida.
No nos hemos confundido de lugar en estos cuarenta y cuatro años, tampoco lo haremos ahora cuando la pelea es despareja contra una pandemia y una nueva ultra-derecha que se parecen bastante.
Los abrazos que se extrañan por este tiempo de distanciamiento social, esperan pacientes. Llegará el momento en que juntos celebremos la justicia en las calles, como siempre lo hemos hecho. Porque los abrazos sanan y la vida crece en ellos.