“La quinta de Guiñazú fue el último campo de concentración de Córdoba”

En la segunda jornada del Juicio Barreiro declararon el testigo más cercano del asesinato de Rubén Palazzesi, durante una sesión de tortura, y un miembro de la familia a la que el Ejército despojó de la propiedad donde se cometieron los crímenes que se juzgan.

0
1225

En el juicio por la “Causa Barreiro”, que se lleva adelante en los Tribunales Federales de Córdoba, atestiguó José García Vieyra, una de las víctimas y testigo del asesinato del militante Rubén Palazzesi y de las torturas padecidas por Nilveo Cavigliasso. Los tres estuvieron secuestrados en la quinta que fue despojada a las familias Viotti y Mogilner-Gavaldá para ser convertida por el Ejército en un centro clandestino de detención, tortura y exterminio, como narró el testigo Silvio Viotti.

Los acusados ex militares Carlos Villanueva, Ernesto Barreiro y Carlos Díaz siguen la audiencia por conexión remota desde su prisión domiciliaria.

Acusados por la “privación ilegítima de la libertad agravada” de las tres víctimas, “imposición de tormentos agravados” (en perjuicio de García Vieyra y Cavigliasso) y de “tormentos agravados seguidos de muerte” (Palazzesi), los acusados Ernesto Guillermo Barreiro y Carlos Enrique Villanueva y Carlos Alberto Díaz siguieron la audiencia por conexión remota desde sus respectivos domicilios en ciudad de Buenos Aires, Córdoba capital y Alta Gracia, donde cumplen prisión domiciliaria por razones de salud.

El silencio revelador

En esta segunda jornada, los jueces del Tribunal Oral Federal N° 2 abrieron el debate con el testimonio del arquitecto García Vieyra, quien fuera secuestrado junto a Palazzesi al mediodía del 12 de agosto de 1979 en barrio Parque Vélez Sarsfield, donde los encerraron entre un Peugeot y un Taunus, de los que bajaron cuatro hombres armados que los obligaron a salir del vehículo, los encapucharon y los metieron a cada uno en el baúl de un auto. “Al fin te agarramos, Pochito”, recordó el testigo la frase dirigida a su amigo Palazzesi por uno de sus captores, de quienes mencionó los apodos que logró escuchar: Principito, Gringo, HB y Verg, alias que corresponden a los acusados Villanueva, Barreiro y Díaz y a “alguien de apellido italiano, Machiarrelli o Manzanelli”, que sería el fallecido represor de La Perla Luis Manzanelli.

“De día me golpeaban permanentemente. Me tenían colgado de un gancho en el techo, que me obligaba a estar en puntas de pie hasta que se me vencían los músculos y caía. A raíz de eso tengo una lesión en el hombro. De noche me encerraban en un sótano donde las ratas venían a disputarme la comida”.
José García Vieyra

Ya en el lugar –que, después se enteraría, era “la famosa quinta de Guiñazú”– fueron encerrados en habitaciones separadas. “De día me golpeaban permanentemente. Me tenían colgado de un gancho en el techo, que me obligaba a estar en puntas de pie hasta que se me vencían los músculos y caía. A raíz de eso tengo una lesión en el hombro. De noche me encerraban en un sótano donde las ratas venían a disputarme la comida”, relató García Vieyra. “Con él (Palazzesi) se ensañaron. Lo torturaron mucho más que a mí porque le daban picana eléctrica –continuó el testigo–. Le insistían con ‘el palo verde’, un millón de dólares que le querían sacar”. “Vos sos el próximo”, le decían después de haber escuchado los gritos de dolor de su compañero.

Esa rutina se prolongó durante varios días, hasta que en un momento “hubo un silencio fuerte”, luego “se paró todo” y García Vieyra tuvo una impresión: “Ahí, cuando se para todo, yo infiero que lo mataron a Rubén”. Impresión reforzada por la aparición posterior de “un personaje de más alto rango”, ante el que lo presentaron como prisionero después de darle una toalla mojada para que se “arreglara un poco”, aunque siempre encapuchado. En esos días, uno de sus captores le dijo: “Vos te vas a salvar porque no tenemos archivos tuyos. Hace un año, no hubiéramos esperado ni la orden. Ahora estamos esperando la orden para pegarte un tiro y tirarte en una zanja”.

Dos días después, llegaron a la quinta otros dos personajes con tonada porteña y uno de ellos le dijo: “El único archivo tuyo que tenemos es de cuando hiciste la Marina, porque vos te sublevaste”. “Y es cierto, yo me rebelé y me mandaron castigado a Ushuaia. Tenía veinte años, cosas de joven… Esa situación me dio indicios claros de que venían de los servicios de la Marina. Supongo que vinieron de la Esma”, conjeturó el testigo.

A continuación, García Vieyra contó que unos diez días después de su detención con Palazzesi, llevaron por la noche a “una persona que estaba destrozada”. “Yo no lo podía ver, pero sentía que balbuceaba. Yo le preguntaba cosas: quién era, qué hacía, qué se yo… No podía hablar. Sólo balbuceaba. Era Cavigliasso”, señaló. Días después, lo llevaron al Departamento de Informaciones de la Policía en la calle Mariano Moreno y de ahí a la Penitenciaría de Barrio San Martín, donde permaneció hasta que recuperó la libertad en octubre de 1980. Allí se encontraría con Cavigliasso y ambos –igual que las testigos anteriores, familiares de Palazzessi– fueron sometidos por las autoridades militares a consejos de guerra.

“Tengo la resolución del Supremo Tribunal de las Fuerzas Armadas, en Buenos Aires, que dictaminó, me dio un sobreseimiento por falta de mérito y me pasó a la Justicia Federal para investigar si había un delito de encubrimiento. La Justicia Federal me juzgó y también me dio el sobreseimiento”, manifestó sobre el final de su testimonio.

La quinta que fue centro de detención

La querella de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, representada por Eugenio Biafore, Ramiro Fresneda y Claudio Orosz, solicitó una inspección ocular en la quinta de Guiñazú, propuesta aceptada por el Tribunal y las demás partes. Foto: Familiares Cba.

A su turno, Silvio Octavio Viotti detalló cómo su familia fue despojada de esa propiedad, que iba a tener un destino de producción comunitaria y donde se terminaron cometiendo crímenes de lesa humanidad como los se investigan en este juicio. El testigo la describió como “una propiedad de seis hectáreas, que en su lindero norte tenía una represa y el resto era toda plantación de frutales y hortalizas. En el centro, hacia el portón sur, tenía una casa de fin de semana muy linda, con dos dormitorios, living comedor, cocina, un hogar y pisos de adoquines de algarrobo, con un aljibe que se llenaba con un camión cisterna y un sótano de dimensiones muy amplias”.

“Era una quinta de mi familia en sociedad con la pareja Mogilner – Gavaldá, que nos fue apropiada por personal del Ejército el día 5 de diciembre del 77 en un allanamiento donde secuestran y posteriormente desaparecen a (Juan) Mogilner y (María Irene) Gavaldá. Por la noche me secuestran a mí, que llegaba a la quinta con Raúl Francisco Vijande, quien también está en condición de desaparecido. Mi papá (Silvio Viotti padre) es secuestrado ahí el día siguiente y mi hermano menor fue retenido en condición de demorado”, relató Viotti.

Estas detenciones fueron parte de un procedimiento represivo más amplio, desplegado en 24 horas en varios lugares del país y conocido como “Operativo Escoba”, en el que un centenar de militantes del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) fueron secuestrados-desaparecidos. El episodio cordobés fue testimoniado por el propio Viotti en el Juicio a las Juntas en 1985 y en la Megacausa La Perla – La Ribera – D2 en abril de 2013.

Viotti hijo fue llevado a La Perla –donde vio a otros miembros del partido luego asesinados–, liberado el 15 de diciembre y a los pocos días vuelto a secuestrar en Oncativo y trasladado a La Ribera, donde fue golpeado y torturado. En ese campo estuvo prisionero hasta su liberación definitiva el 25 de mayo del 78. Su padre fue encarcelado en la Unidad Penitenciaría N° 1 de barrio San Martín, donde comenzaron a presionarlo para que transfiera la quinta de Guiñazú al Ejército, porque había sido adquirida “con plata de la subversión”. Durante el Mundial 78, lo recluyeron en La Perla Chica de Malagueño y lo obligaron a hacer un inventario de sus bienes, cuya cesión terminó firmando en la cárcel de La Plata a cambio de que el régimen dictatorial le otorgara la libertad vigilada.

Luego de los infructuosos intentos de la familia para recuperar su propiedad, incluso luego del retorno democrático, Silvio Viotti hijo se propuso otro objetivo: “A mí me interesaba demostrar que en esa quinta se cometieron crímenes. Este es uno que se pudo probar, pero había otros. Creo que ahí estuvo también la gente de la contraofensiva montonera. Yo sostengo que ese fue el último campo de concentración que hubo en Córdoba. Ese es el uso que le dio el Ejército”.

Finalizados los testimonios de la jornada, a propuesta de la querella de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación las partes acordaron efectuar una inspección ocular en la quinta de barrio Guiñazú, con participación de los testigos Viotti y García Vieyra. La próxima jornada de audiencia será el martes 21 de marzo, a las 14.30 horas.